Un estudio llevado adelante recientemente en el norte argentino resalta el papel de la fertilización en la capacidad del cultivo de resistir la enfermedad. Sin embargo, también destaca que son necesarias otras prácticas conjuntas para poder combatir una presión tal elevada de la plaga.
En el NEA, donde los impactos de la enfermedad fueron drásticos, productores y asesores detectaron que en algunos casos, los lotes de maíz fertilizados se defendieron mejor de la patología que aquellos en sitios sin fertilizar, de menor potencial.
Esto llevó a la Red de Nutrición de Cultivos del Norte Argentino de Aapresid (RNCNA) en colaboración con el Dr. Stahringer y la Dra. Dirchwolf (INTA Corrientes y Cátedra de Fitopatología FCA-UNNE) a liderar un ensayo para estudiar si, efectivamente, el buen estado nutricional del maíz reduce los daños por Spiroplasma.
El mismo se llevó a cabo en el campo Las Cortinas, en Santiago del Estero, de la empresa AGD, donde se evaluó la incidencia y severidad de esta enfermedad en tratamientos con distintas dosis de nitrógeno y azufre en dos ambientes de distintos potencial, determinados por la presencia de napa (Figura 1). .
Los tratamientos incluyeron dosis de 0, 40, 80 y 120 kg de N/ha, y 120 kg N/ha + 20 kg S/ha. En todos los casos se realizaron tres aplicaciones de insecticidas para el control de la chicharrita, vector del spiroplasma.
Cabe destacar que ambos ambientes partían de niveles de fertilidad elevados para la zona, con contenidos de materia orgánica (MO) de 3,2% y adecuados niveles de nutrientes. Esto se debe a la aplicación de buenas rotaciones (50% de gramíneas), adopción de cultivos de servicios y sistematización con terrazas.
Spiroplasma: ¿cómo influye la nutrición?
Si bien se trata de resultados preliminares que deben continuar bajo estudio, los ensayos mostraron que, en general, no hubo diferencias significativas en severidad e incidencia de spiroplasma para distintos niveles de fertilización del cultivo dentro de ninguno de los ambientes. Los valores promedio de severidad rondaron el 2.79 y 2.65 y los de incidencia el 84% y 81% (en ambientes con y sin napa, respectivamente).
Sin embargo, los especialistas encontraron que en el ambiente de mayor potencial (esto es, con influencia de napa) hubo una incidencia de la enfermedad significativamente menor con dosis de N de 80 kg/ha.
A priori, esto puede deberse a que esta dosis permitió al cultivo responder a la fertilización y “sostenerse” mejor ante el estrés climático y la presión de la enfermedad, teniendo en cuenta que las necesidades de N son mayores en un maíz creciendo en un ambiente de mayor potencial y con mayor stand de plantas.
Asimismo, destacaron que durante las recorridas de campo, los maíces desarrollados en el ambientes de mayor potencial estaban visiblemente más verdes y mejor preparados para soportar los estreses de la campaña, mientras que aquellos en ambientes de menor potencial se veían literalmente “entregados”, lo que posiblemente se vea reflejado en el rendimiento final.
En resumen, advirtieron que la adecuada nutrición es una aliada clave para que los cultivos afronten mejor una enfermedad como spiroplasma, pero que evidentemente no es suficiente, y menos aún en esta situación de una presión tan alta de la plaga.
Por tanto, la nutrición es un aspecto más a planificar y trabajar para afrontar esta enfermedad junto con las demás prácticas recomendadas, como la eliminación de maíces “guachos”, evitar siembras escalonadas, acortar ventanas de siembra, elegir híbridos más tolerantes, control químico de chicharrita y monitorearlas también durante el invierno, etc.